Rincón del Socio

Barra San Juan y los Potamonautas

Reunión de timoneles

Conforme a la mitología griega, hubo unos legendarios navegantes que protagonizaron la aventura de ir en busca de un becerro que tenia vellocinos de oro, recorriendo el mar Egeo hacia la desconocida Asia Menor.

En el idioma de los creadores de estas leyendas, Argó significa buque y Nautes, marinero, por lo que se los conoció con el sugestivo nombre de Argonautas. Atravesando un puente histórico de varios miles de años tan rápidamente como lo permite el renglón y llegando a nuestros días, encontramos a excursionistas que navegan deportivamente los grandes ríos de la mesopotamia y su gigantesco estuario del Plata, con otras ambiciones viajeras y más recursos técnicos.

Continuando al mismo tiempo con las traducciones, “historico-nauticas”, potamos significa rio, lo cual permitiría llamar a los navegantes de los ríos y estuarios con la denominación de “los Potamonautas”.

Con el afán de navegar una singladura a lo ancho del Plata, los Potamonautas decidieron convocar la reunión de timoneles, para intentar orientar el rumbo de los barcos hacia un mismo destino, con todas las planificaciones, que demanda la idea de viajar en flotilla.

Apenas comenzada la noche del viernes, iniciaron su llegada, los miembros del conjunto naviero, que habían comprometido su presencia, en el perímetro de la mesa que finalmente serviría para una rica comida.

No bien ocupaban su sitio, se les extendían los papeles que constituían algo así como los deberes previos a la zarpada. En primer lugar debían llenar el ROL de despacho en sus cuatro ejemplares típicos. Luego, la planilla de chequeo de la embarcación, que comienza rezando con la frase, “El Barco a son de mar”, en la intención de recordar que todo aquello que pueda caerse de su sitio, lo hará irremediablemente, en el primer bandazo de la primera ola.

La tercera hoja era, nada menos que el Diario de Bitácora, que por una licencia deportiva, ya podían iniciar, a pesar que sus anotaciones son como el libro de fe de la navegación y por consiguiente no se escribe en puerto.

La reunión continuó con los cálculos de mareas y sus corrientes, el trazado de la derrota, la medición de los rumbos y las distancias, estimas de tiempos y algúnaforismo náutico filosófico, como aquel que dice, “norte duro pampero seguro”… que no tenían absolutamente nada que ver con la reunión, pero que siempre sirven para demostrar a la audiencia, cuan vasta es la cultura náutica que se posee.

Por alguna extraña causa pre cognitiva, comentaron cosas de la sedimentación del Río de la Plata y el avance del Delta sobre el desembocadura, que más tarde serviría para tratar de descifrar ciertos acontecimientos de este relato.

El periplo consistía en atravesar el Plata, para recalar en el poco frecuentado puerto de Conchillas, más una fotográfica visita al Río San Juan y regresar con la vista del sol poniente en la proa.

Zarpada

A las diez de la mañana del día sábado, se reunieron las embarcaciones, en las últimas gotas de agua que componen el Río Lujan, apreciando que el viento llegaba desde el noreste recorriendo unas quince millas por hora y que podía ser tolerado sin disgusto.

Continuaron sin novedad hacia el Este.Ya con la vista de la costa uruguaya, la torre Anchorena y los barcos en el canal, estaban dando por finalizada la etapa que los llevaría hasta la nueva boya, correspondiente al, también nuevo, kilometro 86,6 frente a la barra de San Juan.

Por tradición, observaron con mayor detenimiento, las indicaciones de la sonda ecoica, cuando de pronto notaron con sorpresa que el fondo comenzaba a acercarse riesgosamente a la quilla del barco…

Conociendo que la zona no es precisamente de aguas profundas, continuaron con cierta precaución, hasta que el río dijo basta.

La cuenca del Paraná derrama un caudal de agua del orden de los 20,000 metros cúbicos en cada segundo, arrastrando una cantidad de sedimentos que producen un avance del Delta equivalente a unos setenta metros por año.

Si bien se sabe que al finalizar el próximo milenio, las islas arboladas ocuparán todo el Río de la Plata Superior, tenían la ilusión de terminar sus días, navegando placenteramente hasta la vecina orilla, como lo hicieran las generaciones precedentes.

Pero el lecho estaba a flor de agua y no permitía avanzar ni un metro más hacia la ansiada ribera de arenas blancas. La vieja ruta a barra San Juan estaba interrumpida, dejando una sensación de duda y sorpresa, perturbando el ánimo de los timoneles que requerían alguna solución a la contingencia.

Si el caudal de las aguas mesopotamicas alcanza los fabulosos valores que se menciona más arriba, cabe estimar que la cantidad de sedimento depositado en cada segundo de tiempo, es equivalente a unos tres camiones de lodo y arena. Pero esta no podía ser la explicación que resolviera el enigma del novedoso bajofondo.

La respuesta acertada se dibujaba en el horizonte.Entre los barcos que surcaban las aguas del segmento llamado Pozos de San Juan, estaba la draga, profundizando el canal y vertiendo su refulado sobre el veril ubicado en la margen del Oeste.

No se sabe si fue por algún experimentado instinto marinero o simplemente por el olfato, decidieron orientar las proas hacia el sur, buscando mayores profundidades para llegar al canal, donde seguramente encontrarían un montón de agua.

Recorrieron más de una milla y con tímida precaución se acercaron al canal observando con alivio que los números de la sonda mostraban valores más generosos que los anteriores. Estaban en la boya del kilometro 83,8 precedida por una boya especial de color amarillo que los señores “dragadores” habían instalado para indicar uno de los limites del nuevo bajofondo que impide llegar a barra San Juan por el camino tradicional. Sería de buen gusto, no poner una sola señal amarilla, sino varias boyas cardinales, para limitar la región donde se ha instalado este nuevo peligro a la navegación.

Se apagan los motores

Aportando una nueva eventualidad a las circunstancias batimetricas, uno de los barcos de la partida, informó que su motor de babor estaba fallando. Minutos más tarde, quizás con un gesto de solidaridad mecánica, de la misma banda pero de otro barco, el motor indicó una conducta similar a su colega, haciendo que la velocidad de la flota se convirtiera en una lástima. Combinando el aumento de la distancia generado por el banco de arena y limo, con la disminución de la capacidad propulsora de las embarcaciones y lo avanzado de la hora que señalaba la finalización de un almuerzo que no habían tenido aun, decidieron cambiar el destino hacia el lugar más cercano, por lo que ingresaron al Río San Juan.

La boya de recalada, bornea sobre el meridiano de los 58º Oeste, mostrando una imagen remozada de franjas verticales rojas y blancas, tras lo cual se inicia un modesto canal con forma de “S”, formado en su mayoría por boyas verdes sin su pareja roja.

En este sitio tan particular, se siente siempre una renovada emoción al topar con tanta belleza original, donde contrasta la margen norte del río San Juan, autóctona y semi salvaje, con el cuidado bosque cosmopolita y generoso, coronado por la monumental torre Anchorena.

Anclaron los tres barcos abarloados con la gastronómica intención de intercambiar los escasos entremeses a los que tuvieron que recurrir, en ausencia del almuerzo que hubieran tenido en el puerto de Conchillas. Se repararon los inconvenientes mecánicos y partieron hacia el sol que comenzaba la diaria mutación de su brillo por un opaco color rojo.

El regreso

Más cómodos que a la ida, con un escaso viento de popa y conociendo con sólida baquia la nueva ruta, surcaron las aguas ahorrando velocidad para prolongar la grata experiencia.

En un momento privilegiado de la travesía comprendieron que estaban ocupando el centro geométrico del círculo color de león, limitado por el horizonte de las aguas del Plata y la semiesfera celeste manchada de nubes, sin que ninguna imagen costera participara del recordable suceso.

La inspiración no se hizo esperar y comenzaron a escuchar en la radio, los antiguos versos españoles de un navegante rodeado de sirenas, que decía así:

Yo nunca tuve aquíMayor amor o deseoPues siempre por la que veoMe olvido de la que vi.Otros replicaron con poesías de AlmafuerteSi te caes diez veces, te levantasotras diez, otras cien, otras quinientas:no han de ser tus caídas tan violentasni tampoco, por ley, han de ser tantas.

y hasta con una versión libre de unos versos marineros nacionales…

Si ambas luces de un bajelPor la proa has avistadoGira el timón a estriborMostrando el farol colorado

Tardes de pesca y cultura… exclamaba entusiasmado un pescador a la deriva, mientras recogía en su caña el último pejerrey de la jornada que concluía a toda fiesta.